HAY PALABRAS que no entran a las palabras
como el grillo al canto de los pájaros.
Es que volvemos a la misma sangre
y no podemos con ella lavar la angustia de
hueso y sentido.
Quizás olvidamos la perspectiva eclesial
la devota conclusión de las campanas
en el extenso oído de la oruga.
Aquel valle enamorado de codornices
apacentando árboles y corderos a la sombra
del Altísimo. ©
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